Emain Macha
o
La Maldición de los Hombres del Ulster
La Maldición de los Hombres del Ulster
(Un viejo mito irlandés)
Marta Cerviño (España, 1993)
En el Ulster, entre las montañas, vivía con sus hijos un granjero viudo llamado Crunniuc. Un día, cuando estaba solo en su casa, se presentó una hermosísima mujer que entró en el hogar y se estableció allí como si siempre hubiese vivido con ellos. Por extraño que pueda parecer, ni Crunniuc ni sus hijos le preguntaron nunca quién era ni de dónde venía y la aceptaron en la familia como una más.
Algo de magia había en la presencia de esta mujer, pues desde que apareció ante su puerta, la riqueza y la fortuna de Crunniuc aumentaron.
Un día, el rey del Ulster hizo llamar a sus hombres a la capital, con motivo de la celebración de una feria. Crunniuc, como buen súbdito, acudió a la llamada, dejando a su misteriosa mujer en casa.
–No le hables a nadie de mí –le advirtió ella al despedirse.
Crunniuc se lo prometió y emprendió el camino hacia la capital.
Durante la fiesta, tuvo lugar una carrera de carros de caballos en la que el rey resultó victorioso. Todos los presentes alabaron la rapidez de los corceles:
–Nada es tan rápido como esos caballos –decían, pero Crunniuc, que ya llevaba unas cuantas jarras de más, aseguró que su mujer corría muchísimo más rápida.
Al enterarse el rey, montó en cólera y mandó apresar al granjero.
–Te reto a que demuestres lo que has dicho –le dijo –. De no poder hacerlo, será la muerte lo que te espere.
Enseguida fue enviado un mensajero a la casa de Crunniuc, y la misteriosa mujer, al saber lo que había ocurrido, trató de enviar al mensajero de vuelta, explicando que estaba embarazada. Éste, sin embargo, le dijo que, de no presentarse ante el rey y demostrar lo que Crunniuc había dicho, su esposo moriría.
Y así, la mujer viajó hasta la capital.
–Me mediré con tus caballos –le aseguró al rey –, pero más tarde, cuando haya dado a luz. Por favor, no me obligues a correr en mi estado.
Efectivamente, su embarazo estaba ya muy avanzado, pero el rey, cegado por su propia rabia, insistió en que demostrase en el acto que lo que decía su esposo era cierto.
Desesperada, la mujer se volvió hacia los demás hombres:
–¡Esto es una locura! –clamó–. Una mujer os dio a luz a todos y cada uno de vosotros. ¿No tendréis piedad de mí?
Pero nadie respondió, y los Ulates miraron hacia otro lado.
Ni una sola de las palabras de la mujer sirvió para conmover el corazón de los presentes. Así, resignada, la misteriosa esposa de Crunniuc decidió correr para salvar al granjero al que había querido desde que entró en su casa.
Cuando le preguntaron su nombre, ya en la línea de salida, la mujer se volvió hacia el rey, desafiante:
–Mi nombre y el de mis hijos marcarán este lugar para siempre. Yo soy Macha, hija de Sainrith, hijo de Imbath.
Los Ulates conocían el nombre de Macha, diosa de los caballos, una de las criaturas más rápidas sobre la faz de la tierra.
Todos enmudecieron y el rey quiso detener la carrera, pero ya no había vuelta atrás. Macha se acercó uno por uno a los caballos del rey, acariciándoles las crines, y les dijo:
–No temáis nada. Corred lo mejor que podáis, pues no seréis vosotros los que sufriréis mi ira.
Y empezó la carrera.
La diosa superó con creces a los caballos del rey y, al cruzar la línea de meta, se dejó caer al suelo y dio a luz dos gemelos en medio de terribles dolores.
Algunas versiones cuentan que Macha murió allí, pero las más populares narran que la diosa se alzó con un gemelo en cada brazo y abandonó con ellos el lugar.
Ambas coinciden en una misma cosa: Macha lanzó una maldición aquel día sobre todos los hombres que la habían oído gritar de dolor y no habían tenido piedad.
Así, una vez al año y durante cinco días y cuatro noches, o cinco noches y cuatro días, los Ulates sufrían dolores de parto como cualquiera de sus mujeres. Durante nueve generaciones se extendió esta maldición, y durante esos cinco días el Ulster era vulnerable, pues todos sus hombres estaban débiles como una mujer durante el parto.
Desde entonces, la capital del Ulster se llamó, en honor de la diosa, Emain Macha, que quiere decir “Los Gemelos de Macha”.
Comentario
Los celtas eran un grupo étnico procedente de las estepas del centro de Europa. Poco se sabe de ellos, pues no tenían apenas escritura (aunque se sabe que hablaban una lengua indoeuropea), y es raro encontrar figuras humanas en sus representaciones artísticas. No nos cabe duda de que los dioses a los que adoraban eran fuerzas de la naturaleza, pero rara vez vemos que estos dioses tengan rostro o forma. Se extendieron por todo el continente, pero no eran un imperio; La popular creencia en la unidad y equidad de los celtas es fruto de una corriente romántica y, por supuesto, no es real; Se trataba más bien de pequeñas tribus que conservaban una cierta cultura en común, pero que peleaban entre ellos con la misma frecuencia con la que luchaban contra otras culturas.
Fueron los griegos los que comenzaron a llamar a estas tribus Κέλτoι, los celtas.
Gracias a Roma y a sus muchas conquistas, conservamos algunas descripciones de estos pueblos, ahora con el nombre de galos.
En Irlanda observamos una gran riqueza de héroes, dioses y mitos, recogidos en un sinfín de libros (leábhar) y códices, resultado de la época dorada irlandesa desde el siglo V al IX. Naturalmente, toda la recopilación en códices viene impulsada con la llegada del cristianismo a la isla, alrededor del 431. Esta nueva religión arraigó profundamente en Irlanda, pero no borró los mitos y las creencias anteriores; Cuenta la leyenda que un joven San Patricio viajó hasta Tara, lugar donde se creía que descansaban los dioses y los héroes de antaño y, uno a uno, los invocó para convertirlos al cristianismo. De esta forma, los indígenas de la isla podían abrazar la nueva religión sin tener por ello que renunciar a su identidad y su historia. También fue San Patricio el que, tratando de explicarle a un rey pagano la idea de la Santa Trinidad, tuvo que recurrir a un trébol, puesto que es uno solo pero tiene tres partes, igual que el Misterio. Por eso el trébol es el símbolo nacional de Irlanda, una perfecta combinación entre lo cristiano y lo pagano.
No obstante, no se sabe hasta qué punto los mitos que se conservan hoy en día son “reales” o fueron inventadas a posteriori, como añoranza de unos tiempos dorados que probablemente nunca existieron, y también para ser utilizados como propaganda política. Tenemos, por ejemplo, el caso del mito de Ossian, toda una leyenda inventada por James McPherson en 1761, pero que se amoldó perfectamente a la tradición celta de Irlanda y al conocido Ciclo de Finn McCool.
Irlanda es una tierra que ha sido “invadida” por muchas gentes, tal y como narra el “Libro de las Invasiones de Irlanda” (Leábhar Gabala Erenn). Cada una de esas tribus ha dejado una huella en la isla, pero ninguna llegó a borrar del todo la presencia de las anteriores ya que, según cuentan los propios irlandeses hoy en día, ninguno de esos pueblos formaba parte de un imperio, al menos hasta la llegada de los ingleses en el 1161. Debido a esta invasión, que hoy en día aún les duele en el alma, Irlanda fue poco a poco perdiendo su tradición, su lengua y sus costumbres, a favor de la lengua inglesa y las costumbres de la isla vecina. No es hasta comienzos del siglo XX, en 1916, cuando se produce lo que llaman “Easter Uprising” (el Alzamiento de Pascua). Fue esta una revuelta fallida que supuso el encarcelamiento y ejecución de todos los líderes en la cárcel de Kilmainham, en Dublín. Los irlandeses, no obstante, fijan en este acontecimiento el principio de su lucha por la independencia. A partir de entonces, en medio de un romanticismo nacionalista, se reflotan antiguos mitos y viejas costumbres: El estudio de la lengua irlandesa es obligatorio, las figuras de los héroes de antaño se representan en esculturas y en medallas militares, y toda la tradición que se creía olvidada vuelve a manifestarse, dotando de identidad a un país que la había perdido.
Irlanda no consigue la independencia de Inglaterra hasta el año 1922, y aun así debieron renunciar a seis condados en el norte, que aún permanecen bajo el Union Jack. Estos condados reciben el nombre de Irlanda del Norte, y tienen su capital en Belfast.
Hoy día, podemos hablar de cuatro grandes regiones en Irlanda: Ulster al norte, Munster al sur, Connaught al oeste y Leinster (donde se establece la capital, Dublín), al este.
Antiguamente, estas tres regiones eran reinos independientes, siendo el Ulster y Connaught los dos que más aparecen en la épica celto-irlandesa. El mito de los hijos de Macha se cuenta como antecedente de una de las más grandes hazañas del héroe Cúchulainn , único varón en el Ulster sobre el que no pendía la maldición de la diosa. En una epopeya llamada “The Táin”, Cúchulainn retiene él solo al ejército de Connaught, que atacaba el Ulster durante esos cinco días de debilidad de los Ulates. Tampoco su padre, Súaltam mac Roich, ni los varones que aún no eran hombres se veían afectados por esta maldición, quedando ellos como única defensa del reino.
Es muy complicado explicar quién es Macha, pues diferentes lugares y personajes dentro de la mitología irlandesa reciben este nombre.
Dumézil habla de las tres caras de Macha, o las tres Machas, en relación con las tres funciones básicas de la antigüedad: la mágica, la guerrera, y la del hogar y el campo.
Uno de los aspectos más conocidos de Macha es su función como diosa de la guerra y la muerte, formando parte de una tríada de deidades femeninas (Macha, Badb y Morrígan), capaces de sobrevolar los campos de batalla transformadas en cuervos. Cuando un héroe iba a morir, una de estas tres damas se le aparecía en la forma de una anciana, que lavaba en el río ropas manchadas de sangre.
El aspecto de Macha como diosa de los caballos obedecería a la función “pacífica” del hogar y de las cosechas, y la historia de Crunniuc no hace más que sacar a relucir el lado mágico de la diosa.
Esta trifuncionalidad de Macha se repite en el Ciclo del Ulster; En “The Táin”, Macha profetiza la destrucción de las tierras de cultivo como consecuencia del enfrentamiento entre el Ulster y Connaught. Como Diosa de la Guerra, y también como Lavandera del Vado, representa la muerte que se cierne sobre Cúchulainn en sus últimos momentos; la tríada de cuervos está siempre presente en el destino de este héroe, quien, como Aquiles, ha sido destinado a morir joven pero cubierto de gloria. También se dice que los dos caballos que tiraban de su carro eran gemelos, como los hijos de Macha. Una de las bestias se llamaba, de hecho, Liath Macha, es decir, “el gris de Macha”.
Como en el caso de Crunniuc, muchos mitos hacen referencia al valor del silencio, aunque normalmente el descuido viene por parte de una mujer. Tal es el caso, en la mitología griega, de la ninfa Eco, que es silenciada por Hera, obligada a repetir lo último que oiga.
En Crunniuc se puede vislumbrar una referencia a lo que en Grecia se llama híbris, un término algo complicado de explicar para los no familiarizados con él, pero que podría resumirse en “no presumas en exceso de lo que tienes, o los dioses te castigarán”.
El rey del Ulster peca de híbris al retar a una diosa a competir con sus caballos, pero no es por eso por lo que Macha castiga a los Ulates, sino por su falta de compasión.
En el mito japonés “La Avaricia y la Garza” encontramos este secretismo de la mujer que aparece misteriosamente y ayuda a la economía de la casa sin que nadie sepa quién es ni de dónde viene. Como en la historia de Crunniuc, todo marcha bien hasta que el marido descubre que su mujer no es sino una garza a la que antaño había salvado. Cuando la verdad sale a la luz, la mujer-garza desaparece y el hechizo se rompe.
Los hechizos y las bendiciones suelen tener esa traba: mientras no se conozca su procedencia, todo marcha bien. Pero en el momento en el que la curiosidad del ser humano interfiere con la magia, esta desaparece, dejando al hombre indefenso de nuevo.
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