Cuento de Margarita Schultz: Martí en la noche de Buenos Aires
Noche de primavera, templada y agradable. Circulaban todavía bastantes vehículos, algún bocinazo impaciente interrumpía el rumor de fondo de la ciudad como si fuera una clarinada llamando a combate. Las luces de negocios y edificios brillaban con pleno derecho por la oscuridad instalada.
Luz roja, esperar, luz amarilla, alerta, luz verde y ahora sí cruzar la calle…
Dos mujeres detrás de mí iban intentando recitar el conocido poema de José Martí, Cultivo una rosa blanca…
–¿Cómo era, mamá?
–No me acuerdo como sigue, pero empezaba así: Cultivo una rosa blanca en junio como en enero,
–Sí, claro, y seguía, para el amigo sincero que me da su mano franca, completó la hija…
–¿Y después?
–¿Después?
–… No hay caso, no me sale…
Me di vuelta y les dije:
–Y para el cruel que me arranca, el corazón con que vivo, cardos ni ortigas cultivo, cultivo una rosa blanca…
Me di vuelta todavía en la calle… ¡Entreví sus sonrisas agradecidas apenas iluminadas por el rojo del semáforo que nuevamente había cambiado! De un brinco las tres ganamos el cordón y la vereda. ¡Cuántos agradecimientos explícitos!
–¡Que pasen buena noche!
–¡Y vos también!–respondieron.
Eso fue todo, así nos despedimos sin habernos visto casi las caras por la oscuridad y la apenas penumbra del farol y del semáforo. Pensé: –Estoy en casa.
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