Cuento de Silvio Huberman: Stanno tutti bene
La Nochebuena llegaría en un par de horas. Para la vigila eran siete a la mesa.
Evitaron el parque de la quinta, una espaciosa y descuidada mansión de otro tiempo en el contorno oeste de Buenos Aires porque algunos vecinos solían festejar el advenimiento de la Navidad con disparos al aire, un peligro que se alojaba en la punta y el derrotero de una bala perdida. La celebración, entonces, se amucharía alrededor de una mesa, antigua como las luces de la araña amarradas a sus viejas tulipas.
Evitaron el parque de la quinta, una espaciosa y descuidada mansión de otro tiempo en el contorno oeste de Buenos Aires porque algunos vecinos solían festejar el advenimiento de la Navidad con disparos al aire, un peligro que se alojaba en la punta y el derrotero de una bala perdida. La celebración, entonces, se amucharía alrededor de una mesa, antigua como las luces de la araña amarradas a sus viejas tulipas.
El ambiente, sobrecargado, barroco, inyectaba una cuota adicional de disimulada turbación.
Las bandejas sobre el aparador, junto a la mesa, revelaban que la cena no sería exquisita. Las gaseosas y el agua decretaban una suerte de ley seca. Alguno, tal vez, fuera un alcohólico redimido.
Luciano dejaba escapar las primeras exclamaciones de una partitura clásica para piano, un ensayo más.
Antonio, el viejo italiano metalúrgico que aún fatigaba su fábrica en Parque Patricios, instaló la cabecera. Leticia, su esposa, a la derecha, luego Renata, la figlia del alma paterna. A su lado, Luciano y por fin el barbado Paolo, en la contra cabecera, sentado como podía sobre sus 150 kilos.
A Ernesto y Teresa les reservaron lugares a la izquierda de Antonio; Paolo administraría la comida y la bebida, acaparada como sus colecciones. La mejor era la colección de cuchillos. .
Solo cuando un bocado o un sorbo interrumpían la catarata de Paolo, se dejaban oír algunas expresiones breves, interjecciones. Paolo presumía de una erudición incomprobable, una versación que le permitía explicar cómo se construye una compleja antena de televisión o narrar detalles solo por él conocidos de la Segunda Guerra Mundial. Paolo exponía con tono sostenido, voz firme y constante, era hijo de Leticia pero no de Antonio: Leticia y Antonio estaban unidos en coincidentes segundas nupcias después de que ella aceptó ciertas condiciones para concretar el matrimonio. Por mera conveniencia, Leticia ahora agitaba un festivo banderín de Huracán, el amor futbolístico de Antonio devenido como otros en bien ganancial de la pareja.
Cuando Leticia pronunció las palabras mágicas de la aceptación, sabía que jamás las cumpliría. Esa Nochebuena, él tenía 75, ella 57.
Leticia disfrutaba con sus historias, reducía a Renata y a Luciano al silencio de un abismo, les ordenaba que sacaran de la mesa y trajeran otras bandejas desde la cocina. Renata era corpulenta, aún más entrada en carnes que su madre, su escote dejaba entrever pechos de treintañera, rotundos, insinuantes. Se ganaba la vida en un empleo público, soñaba que ella y su novio formarían otra familia, independiente, ajena, feliz.
No era el caso de Luciano, algo menor, flaco como su padre, amanerado y temeroso. Entonaba una voz imperceptible, ahogada, innecesaria, porque el piano hablaba en su nombre.
Renata lucía distraída, ausente. Leticia, en cambio, reía, sonora.
Teresa conocía a Leticia de cuando ambas esperaban en la puerta de la escuela primaria. Sus hijos, María y Luciano, compartieron sus juegos infantiles.
Una iglesia anunció las doce. Apareció la mesa dulce, se levantaron, chocaron los siete vasos de vidrio y se desearon ¡FELIZ NAVIDAD! Se abrazaron, intercambiaron los regalos, cada uno alabó el que había recibido, Leticia descubrió, alborozada, que Paolo, su hijo, imaginó para ella tres hermosos cuchillos.
Stanno tutti bene recuerda el título de la película homónima (1999) dirigida por Giuseppe Tornatore e interpretada por Marcello Mastroianni y Michèle Morgan.
Silvio Huberman es escritor y periodista. Ha publicado Los pasajeros del Weser (Sudamericana), Crisis now (La buena nueva), Hasta el alba con Ulyses Petit de Murat (Corregidor).
En su extensa carrera periodística fue director de Canal 9, Radio Continental y Radio El Mundo (Argentina), Corresponsal de la Deutsche Welle (Alemania), editorialista de La gaceta (Tucumán, Argentina) y conductor de numerosos programas de radio y TV.
En su extensa carrera periodística fue director de Canal 9, Radio Continental y Radio El Mundo (Argentina), Corresponsal de la Deutsche Welle (Alemania), editorialista de La gaceta (Tucumán, Argentina) y conductor de numerosos programas de radio y TV.
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