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lunes, 30 de noviembre de 2015

Cuento de Pablo Ferrer: Ser de piedra

http://narrativabreve.com/2015/11/cuento-de-pablo-ferrer-ser-de-piedra.html

Cuento de Pablo Ferrer: Ser de piedra

Por primera vez en sus setenta años de existencia, y a pesar de lo elevado de su situación, Capitel andaba en horas bajas. La vida de quietud y contemplación que habían tallado para él sus padres le sacaba de quicio. Aunque el tiempo no corre igual para los elementos de una fachada catedralicia, la paciencia tiene un límite. Por cierto: lo del corazón de piedra es una leyenda urbana entre los pétreos. Ellos sienten demasiado: los humanos son otra cosa.
Arquitrabe de Bizancio y Bajorrelieve Palatino, sus mejores colegas de Erasmus allá en Aquisgrán, hacían aquella noche el papel del barman comprensivo. Capitel había bebido mucha agua de lluvia. “¡De qué me sirve ser parte de la belleza si ni siquiera puedo apreciarla en todo su esplendor!”, bramaba Capitel. “¡Para qué ser el remache inane de una inspiración, guardián de un tesoro del que no conozco el fulgor! ¡Para qué pasarnos la vida hablando de las dovelas, gárgolas y pechinas que nunca conoceremos! Quiero sentir un subidón de argamasa por las junturas, despertarme en Rávena, ver el atardecer en León, contar las estrellas en Notre Dame”.
Bajorrelieve asentía en silencio, con los ojillos brillantes. Sus explosiones de entusiasmo adolescente solían granjearle las bromas de sus colegas. “Escuché un rumor de la revista Molduras que anunciaba el próximo sábado la visita a la plaza de Piedra Angular y las Dóricas, a presentar su disco “Si eres un Mirón, cómprate un Discóbolo”.
Piedra Angular. La legendaria. A Capitel, romántico empedernido, le temblaron los cantones. De inmediato se puso a componerle un soneto. “Benditos los arquitectos que te desecharon, bendita sea ahora mi suerte, pues aquellos que no supieron verte, hasta mis pies hoy te encaminaron”. El sábado –era cierto el rumor– comenzó a recitarlo a voz en grito desde su puesto en la fachada de la catedral, pero no pudo llegar al segundo cuarteto. Trueno, Rayo y Tormenta se aliaron para suspender el espectáculo y comenzar a inspirar la “Tempestad” wagneriana con varios siglos de adelanto.

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