El escritor mexicano Guillermo Samperio cuando cumple años lo hace de una forma muy peculiar. Lo pone así: 40 + 20 años o 40 + 26. De este modo elude (ni modo) su edad verdadera, aunque sólo unos pocos podrían creerle. De alguna manera es un chiste.
Samperio vio el sol y las estrellas en Ciudad de México, en 1948, o sea, suma hoy 68 años de vida. De un tiempo a esta parte se ha transformado en uno de los mejores cuentistas mexicanos de la actualidad. Se jacta de compartir antologías con autores de la altura de Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, entre otros escritores latinoamericanos. También ha obtenido premios y numerosas distinciones. En su juventud fue jugador del equipo de fútbol mexicano eel América. Desde niño fue un gran aficionado a este deporte. La política es otra de sus pasiones. Por lo mismo ha escrito un relato donde se revuelven aspectos de ambas actividades. El relato se llama “Lenin en el fútbol”, y apareció en su libro Sueños de escarabajo, editado por Fondo de Cultura Económica. ¿La trama? Cuenta la lucha de un jugador de fútbol que se desgañita por montar un sindicato que defienda los derechos de los futbolistas como trabajadores. Esta vez hemos recogido uno de sus mejores microrrelatos, o al menos uno de los más aceptados entre los que siguen el género del cuento breve.
Ernesto Bustos Garrido (Corebo)
Microrrelato de Guillermo Samperio: La cola
Esa noche de estreno, fuera del cine, a partir de la taquilla la gente ha ido formando una fila desordenada que desciende las escalinatas y se alarga sobre la acera, junto a la pared, pasa frente al puesto de dulces y el de revistas y periódicos extensa culebra de mil cabezas, víbora ondulante de colores diversos vestida de suéteres y chamarras, nauyaca inquieta que se contorsiona a lo largo de la calle y da vuelta en la esquina, boa enorme que mueve su cuerpo ansioso azotando la banqueta, invadiendo la calle, enrollada a los automóviles, interrumpiendo el tráfico, trepando por el muro, sobre las cornisas, adelgazándose en el aire, su cola de cascabel introduciéndose por una ventana del segundo piso, a espaldas de una mujer linda, que toma un café melancólico ante una mesa redonda, mujer que escucha solitaria el rumor del gentío en la calle y percibe un fino cascabeleo que rompe de pronto su aire de pesadumbre, lo abrillanta y le ayuda a cobrar una débil luz de alegría, recuerda entonces aquellos días de felicidad y de amor, de sensualidad nocturna y manos sobre su cuerpo firme y bien formado, abre paulatinamente las piernas, se acaricia el pubis que ya está húmedo, se quita lentamente las pantimedias, la pantaleta, y permite que la punta de la cola, enredada en una pata de la silla y erecta bajo la mesa, la posea…
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