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viernes, 8 de julio de 2016

Cuento corto de Paz Monserrat Revillo: Los tontos

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Cuadro de Emilio Petorruti
Cuadro de Emilio Petorruti
Salen de la fábrica a la misma hora que acabamos en el instituto. En fila de a dos van hacia el microbús que espera en la plaza para devolverlos a sus casas.
Una procesión de personajes que me tienen fascinada. Avanzan desordenados, como si fueran a descarrilar, bajo la supervisión de sus monitores.
Algunos gimen, otros hablan solos, a menudo se hacen bromas indescifrables. Una parejita de niños envejecidos salen agarrados de la mano, mirándose embelesados, traviesos. Hay un chico, siempre en chándal, que cada cinco pasos se transforma en una estatua de sal durante unos segundos. También hay otro muy gracioso, con unas gafas enormes, que cuando pasamos a su lado hace como que tropieza y se cae al suelo. Enseguida lo reconducen a la fila y mis amigas y yo no sabemos cómo reaccionar, aunque luego siempre nos reímos.
Suben al microbús y desde las ventanillas nos muestran sin pudor sus rostros cubistas, sus cabezas diminutas, esas sonrisas que no se cierran, sus síndromes con nombres imposibles de pronunciar que nos han explicado en genética, ¿Turner? ¿Klinefelter? ¿Será todo cuestión de  un cromosoma de más o de menos?
Cuando llego a casa siempre pienso en ellos durante un rato. En cómo debe de ser ver el mundo desde sus mentes tan limitadas, desde esos cuerpos destartalados como edificios a medio hacer. Y no consigo llegar a ninguna conclusión. Nunca sé si estar triste o contenta. Es raro.
Al acabar las clases, hoy hemos pasado muy cerca de la fila. Creo que ha sido culpa mía porque no podía dejar de mirar al gafotas esperando el momento en que se lanzara al suelo. Cuando he pasado por su lado me ha mirado fijamente, me ha sacado la lengua  y ha gritado: ¡Tonta!
Nos hemos reído, claro, pero luego en casa, mientras abría la libreta para hacer los problemas de genética, he pensado que lo mismo tenía razón.

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